Trump sigue obsesionado con su victoria electoral un año después

Estados Unidos conmemora hoy el primer aniversario de la elección de Donald Trump, un hito que dejó boquiabierto al país y aún obsesiona al presidente de EE.UU., cuya estrategia política sigue basada en recordar su triunfo sobre el poder establecido y atacar a la que fue su rival, Hillary Clinton.

Washington, 8 nov (EFE).- Estados Unidos conmemora hoy el primer aniversario de la elección de Donald Trump, un hito que dejó boquiabierto al país y aún obsesiona al presidente de EE.UU., cuya estrategia política sigue basada en recordar su triunfo sobre el poder establecido y atacar a la que fue su rival, Hillary Clinton.

"¡Felicidades a todos los 'DEPLORABLES' y a los millones de personas que nos dieron una victoria aplastante y MASIVA en el colegio electoral (por 304 a 227 votos)!", escribió hoy Trump en su cuenta de la red social Twitter desde Pekín, donde se encuentra de viaje.

De nuevo, el presidente destacaba la magnitud de su triunfo sobre Clinton, que en realidad se debió en gran parte a su margen de victoria en tres estados clave: menos de 80.000 votos repartidos entre Michigan, Wisconsin y Pensilvania que le dieron las llaves de la Casa Blanca, de acuerdo con el sistema electoral estadounidense.

Pero, en términos de voto popular, Clinton logró casi 3 millones de papeletas más que Trump, un tema que incomodó claramente al magnate desde su victoria y le llevó, de inmediato, a presumir de un triunfo aplastante sobre la candidata demócrata, pese a que su margen en el colegio electoral de compromisarios fue pequeño en términos históricos.

El tema le seguía obsesionando en abril, cuando cumplió sus primeros cien días en el poder y repartió mapas de su victoria en el colegio electoral a los periodistas que acudían a entrevistarle.

Sus aliados atribuyen esa aparente inseguridad a una doble frustración de Trump: la sensación de que el aparato del partido republicano no le dio el crédito suficiente por haber ganado a Clinton y las revelaciones sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016, que arrojaron sospechas sobre su campaña.

Trump llegó a alegar, sin aportar pruebas, que el margen de Clinton en el voto popular se debía a que hubo hasta 5 millones de votos ilegales y, cuando llegó a la Casa Blanca, creó una Comisión de Fraude Electoral para investigar sus propias denuncias.

Sus críticas a Clinton, que tantas ovaciones le merecieron durante la campaña, siguen estando entre las herramientas políticas de Trump, quien recurre a las presuntas irregularidades cometidas por la exsecretaria de Estado para desviar la atención cuando, por ejemplo, la investigación sobre Rusia genera nuevos titulares.

Pese a su tendencia a magnificarla, es innegable que la victoria de Trump fue histórica: fue el primer candidato sin experiencia política ni militar en llegar a la Casa Blanca y desbarató profundamente los esquemas de la elite política estadounidense.

La falta de entusiasmo de la opinión pública hacia Clinton era patente en sus mítines y su credibilidad se vio dañada casi desde el principio por el escándalo sobre su gestión de los correos electrónicos, pero tanto su campaña como la gran mayoría de analistas y medios de comunicación daban por sentada su victoria.

A medida que avanzaba la noche electoral y Trump iba cosechando estados, muchos ciudadanos observaban, incrédulos, cómo cambiaba gradualmente la predicción del diario The New York Times, que inicialmente había dado a Clinton un 85 % de posibilidades de ganar.

La noticia supuso un duro golpe para los demócratas y reveló el descontento con la política tradicional de una parte importante de los estadounidenses, especialmente los blancos de clase trabajadora en estados del cinturón industrial y manufacturero.

Entre las primarias, donde Trump superó a otros dieciséis aspirantes republicanos y obtuvo 14 millones de votos, y las generales, donde logró casi 63 millones de papeletas, el ahora presidente consiguió convencer a unos 49 millones de personas, según recordó esta semana el centro de estudios Brookings.

"Algunos de ellos sabían que Trump era problemático, pero pensaban que Hillary Clinton era peor. Otros pensaron que el comportamiento estrafalario de Trump era simplemente una fachada y que se moderaría cuando llegara a la presidencia", escribió Elaine Kamarck, experta en gestión política, en la página web de Brookings.

La baja popularidad de Trump, ahora en el 37,6 % según la media de encuestas que elabora la web Five Thirty Eight, podría hacer pensar que el mandatario ha decepcionado a quienes esperaban que se moderara. Pero el núcleo duro de votantes que le elevó a la Casa Blanca sigue respaldándole lealmente.

Si tuvieran que elegir hoy de nuevo entre Trump y Clinton, el 91 por ciento de quienes le votaron hace un año volverían a apoyarle sin pensarlo, conforme a una encuesta publicada este fin de semana por el diario The Washington Post y la cadena ABC News.